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Publicado el lunes, 07.04.11
MONTAGUE KOBBE: Venezuela en el bicentenario
Un hombre pasa junto a un mural de Hugo Chávez en Caracas.
LEO RAMIREZ / AFP/Getty Images
Montague Kobbe
Cada año en Venezuela, como en la inmensa mayoría de los países del mundo, se celebra una fecha que conmemora su independencia: el 5 de julio. Este tipo de fiestas, como las del 4 de julio en Estados Unidos, suelen ser masivas y a menudo adquieren un carácter grupal que las lleva a trascender el hecho histórico que las propicia. En otras palabras, lo que se celebra no es un hecho en específico, sino el colectivo, que se celebra a sí mismo, reafirmando su identidad y su sentido de pertenencia.
Este 5 de julio se celebra en Venezuela un aniversario especial, el bicentenario, que exacerba la magnitud del símbolo. Sin embargo, dada la conflictiva realidad que se vive en un país donde todo –cualquier opinión, actividad o postura– está politizada, las celebraciones del bicentenario han adquirido nuevas implicaciones. En este contexto, hemos querido llevar a cabo un brevísimo sondeo entre intelectuales venezolanos para determinar la relevancia que puedan tener los sucesos vinculados al 5 de julio de 1811 o su conmemoración en la sociedad actual.
Los hechos se pueden reducir, de manera simplista, a los siguientes: en 1810 una Junta de Gobierno se había hecho con el poder ejecutivo, transfiriendo el centro de toma de decisiones de España a Caracas e instaurando el primer Congreso de Venezuela. Este mantuvo un intenso debate en torno a la secesión oficial de Venezuela del reino de España, hasta que, finalmente, el 5 de julio se aprobó por mayoría aplastante la moción por declarar la independencia absoluta del nuevo país.
Volviendo a las consideraciones respecto a la vigencia de aquellos hechos o de las celebraciones que los conmemoran, es indispensable enmarcar la discusión dentro del contexto de la Venezuela actual. Así lo explica el Dr. Germán Flores, autor de La lengua de Chávez (2008), indicando que “lo del 5 de julio pertenece al código rito en el que el emisor es el grupo, es decir, el pueblo”. El problema en este caso, según el Dr. Flores, “es que el pueblo (real, el hombre de a pie) no es el emisor, sino que lo es [el Presidente] Chávez, quien, al llamarse pueblo, usurpa sus funciones y apela a un símbolo (que no se puede cambiar pero sí tergiversar), falsificando la historia. Por lo tanto no existen elementos rescatables”.
En el caso específico de Venezuela y la historia de su independencia, el problema está en que los hechos del 5 de julio de 1811 han sido idealizados, tergiversados y manipulados a placer prácticamente desde el momento en que sucedieron. Por esta misma razón el cuentista y novelista venezolano, Juan Carlos Méndez Guédez, opina que “Venezuela vive enferma por el discurso heroico con que contaminan a los niños desde la escuela. Un heroísmo del pasado, vinculado a unas batallas ocurridas doscientos años atrás, y que sirven para que no exista ningún proyecto de presente, ninguna planificación de futuro”.
Así pues, si no existen elementos rescatables en el contexto actual, como aduce el Dr. Flores, posiblemente nunca los hayan existido. En esta dirección apunta la respuesta del novelista Eduardo Sánchez Rugeles, autor de Transilvania, unplugged (2011), quien, con un gesto a medio camino entre el conflicto y el desgano, me invita a repasar un recuento contemporáneo de los hechos, titulado Recuerdos sobre la rebelión de Caracas, de José Domingo Díaz. “Su descripción de la escena de aquel día es interesante”, dice Sánchez Rugeles, refiriéndose a la visión cataclísmica de Díaz, un realista comprometido que ve en la revolución poco más que el triunfo del caos, la ignorancia, el vicio y la corrupción. Pero al menos esta visión escapa de los discursos heroicos tradicionales que exaltan los hechos más allá de lo creíble.
Y es que quizás nuestra incógnita carezca de una respuesta general y tenga un carácter subjetivo que la haga variar de persona en persona. Esta es la opinión de Daniel Centeno, co-editor del Rio Grande Review, quien acota: “¿Tiene algún sentido esta celebración? Si se quiere, lo tiene; si no, basta con saber que ya es pasado remoto y que el presente tiene tantas urgencias y deficiencias que difícilmente se puede pensar en otra cosa, y menos embriagarse por ello”.
En definitiva, pareciera que, en cuanto a historia, el 5 de julio hubiese perdido toda credibilidad, mientras que en su dimensión colectiva, da la impresión que el mensaje impartido no abarca a la totalidad de la sociedad venezolana. De hecho, de todas las respuestas que hemos recibido a nuestra pregunta, la más frecuente ha sido el desinterés por la fecha. Pero es que en la Venezuela de hoy, inclusive la apatía apunta hacia una inclinación política. En este sentido, las celebraciones del bicentenario tienen una relevancia radical, en la medida que el amplio abanico de actitudes que ellas suscitan demuestran fehacientemente el estado heterogéneo –fracturado– de una sociedad. Porque la crisis en Venezuela, más que económica o política, es social.
Escritor venezolano residente en Madrid
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