Los
comentarios son más bien precisiones personales de tres artículos aparecidos
hoy, 18 de noviembre en El Nacional.
1.-
El Sr. Eduardo Semtei (@assemtei) en su artículo The economy,stupid (ElNacional-pág.8.OPINIÓN) , cita el apóstrofe que Bill Clinton le
“acuña” a George Bush en 1992: “Es la economía, estúpido”. En mi opinión, el
Sr. Semtei cae en el mismo error de muchos analistas y articulistas, que se lo
aplican al pobre (porque carece de todo, menos de dinero)
presidente Maduro, en relación al desastre actual que padece nuestro pobre (aunque no
todo se ha perdido) país.
Y
digo error, porque siguiendo la Instituta del Derecho Romano: causa causae causa est (la causa de la causa es causa)
yo escribí un tweet, hace tres días en el que parafraseaba el apóstrofe citado,
el cual quedaba: “Es Giordani, estúpido”; me explico: Venezuela está quebrada
(efecto ) por el mal manejo económico de Maduro (causa); economía dirigida por
Giordani (causa de la causa); o sea él (Giordani) es la causa del desastre.
Escribí ese tweet, porque hasta ahora, casi ni se hablaba de Giordani, verdadero causante de la debacle
económica. El problema es que como yo soy un “perro” a la izquierda, y no tengo
ninguna repercusión, nadie me oye ni me hace caso.
Afortunadamente
El Nacional, que sí tiene peso,
escribe coincidencialmente hoy, su editorial “El triunfo de Giordani” en el que ¡por fin! desnudan a Giordani,
quien no es ningún “tipo curioso” como dice el editorial, sino el tipo más
nefasto que ha tenido la república en sus más de 200 años de vida; verdadero
causante de los 200 años de atraso de la nación; y digo 200 años, porque
estamos como la Venezuela de 1813-14: llena de todas las calamidades posibles,
dividida, quebrada, sin economía, sin producción, en una guerra civil con más
muertos, numérica y proporcionalmente, que la de esos años. Y esa Venezuela,
recién nacida, hasta nos llevaba una ventaja, porque en esos años (con todos
los inconvenientes producto de la situación bélica), la parte realista tenía
leyes y gobierno, lo mismo que la parte republicana, cosa que no ocurre hoy,
pues vivimos en un Estado, que yo llamo, anomiárquico, es decir un Estado sin
ley (anomia) y sin gobierno (anarquía).
2.
Lo anterior sirve para mi segundo comentario:
En
la misma página (ElNacional-pág.8.OPINIÓN) el
acucioso analista Armando Durán (@aduran111) escribe “El rábano y las hojas” un interesante y bien estructurado artículo,
como buen filósofo y escritor que es; sin embargo comete un error al hablar de la “…anomia colectiva y voluntaria de la dirigencia opositora”, sin
mencionar la verdadera anomia, que
está o padece el Estado venezolano.
Como
toda persona medianamente culta sabe, anomia
significa sin ley, y esa anomia no la veo tanto en la dirigencia opositora,
sino en el país nacional, porque como acabo de decir, estamos en un país
anomiárquico (sin ley y sin gobierno). Ahora bien, lo menciono, porque es la
segunda persona o articulista que en los tres últimos días menciona la anomia, una triste realidad en la
Venezuela actual, a la que hasta ahora nadie le ha querido dar importancia,
hablando solamente de la anarquía, siendo peor la situación real del país al
unirse la falta de ley con la falta de gobierno. De la anomia también puse en
un tweet, pero como dije anteriormente, nadie me paró.
3.-
El tercer comentario tiene que ver con el artículo, Ajustes etimológicos, publicado como ya dije, en la misma página;
su autor, Ildemaro Torres, es un articulista al que admiro por su sindéresis y
estilo; y aunque siempre leo y casi siempre coincido con él en sus enfoques,
esta vez lo hice con más curiosidad por el título Ajustes etimológicos, ya que la
Etimología es mi especialidad.
Sin
embargo, en la primera línea me desilusioné al expresar el autor que el título
era “para impresionar”, ya que esperaba que me “impresionara” con sus
conocimientos etimológicos, que los debe tener y muy buenos.
Pero
la falta de “etimologías” en su artículo, quedó compensada porque trató el tema
de la defensa de nuestra lengua (el castellano), la lengua oficial (art.9 de la
Constitución), maltratada, vilipendiada, prostituida, envilecida y violada por unos
“bárbaros”, de ”pobreza cultural e
idiológica”, “figurines rojos”, “símbolos de una farsa estrepitosa”, que llaman
“presidente al subalterno trepador Nicolás Maduro”, “que llegó al cargo
trampeando”, “un personaje que más que elemental es ignorante de la suma de
principios, conceptos y experiencias requeridos para estar a la cabeza de un
país”, “con…la complicidad de una corte hamponil”, “sale a recorrer el mundo
turísticamente, en plan de gira vacacional familiar, con una comparsa de
chupadores y una millonada de dólares del tesoro fiscal”, “haciéndose el
simpático a punta de morisquetas y de decir estupideces”; “…la afamada Asamblea
Nacional”…es “antro de serviles militantes, presidido por un funcionario
segundón”…”desafiante matón”… epítetos
y adjetivos castizos dignos de ponerse como ejemplos de descripción en una clase de retórica.
Pero
a lo que quería referirme en esa su defensa de la lengua, es que no cayó en lo
que considero un error: el de referirse a la lengua de esos tipos como una
“neolengua” o “neolingua”.
Ya
había criticado esa denominación por varias razones: a) porque “neolingua o neolengua”
no es un concepto lingüístico; es una simple invención fantasiosa-literaria y
como tal perfectamente válida en una novela como 1984 (que es una obra de ficción) en la que todo invento está
permitido.
No
es un concepto lingüístico porque no hay “neolenguas” : o es lengua o no es
lengua; inclusive el esperanto, no es una neolengua sino en todo caso una
lengua artificial. Si llamado neolengua a alguien que tergiversa el sentido de
las palabras, les cambia los significados, comete errores gramaticales, etc.
deberíamos llamar “neoaritmética” al que no sabe la tabla de multiplicar y suma
mal; o neobiología al que disparata cuando habla de biología, etc.
b)
el otro peligro es que al hablar de neolengua al habla de Chávez y sus secuaces
(en vez de violación, desprecio, ignorancia y manipulación del castellano),
estamos desviándonos del verdadero tema como es la violación del art. 9 de la
Constitución, enfrascándonos en una discusión bizantina sobre la “neolengua”,
en vez de atacar los resultados de la violación del idioma. Curiosamente en
ninguno de los foros, artículos,
discusiones que se hicieron hace poco sobre el tema (la ficcional “neolengua”),
hubo presencia o participación de lingüistas.
Tengo
11 largos años defendiendo el idioma constitucional en mi reducido ámbito, en
mi blog “Cultura y Lengua”, en mis clases, por lo que admiro a todo aquel que
también lo haga. Por eso me gustó el artículo “Ajustes etimológicos” porque
Ildemaro Torres es conocido y tiene más prestigio y mucha más cobertura; y la defensa del
castellano la hizo en un castellano perfecto, y “desnudó” en un perfecto
castellano, a la horda gobernante y a su banda de achichinques.