jueves, 12 de julio de 2012

El Estado Docente

Este pequeño ensayo fue escrito a comienzos de los años ´70, lo actualicé para un ministro de Educación, quien lo conocía desde su época de luchador gremial, y devenido en ministro, quería justificar "su" concepto de Estado Docente, con unas  "pequeñas modificaciones" que me solicitó y a lo que , por supuesto me negué.

Estado Docente
                                                                    Por Germán Flores Hernández

                Introducción

            El objeto de este pequeño estudio es puntualizar en lo posible lo relativo a la conceptualización del  Estado-Docente y la consecuencia errada del significado de laico en educación, que en el caso de Venezuela, pretende ser la base de la eliminación en las escuelas, de toda enseñanza religiosa, no importa de qué denominación.. Y digo puntualizar ya que hay una serie de inexactitudes, premisas falsas y  conceptos equivocados o confusos en torno a este asunto tan delicado que llevan a esas erróneas conclusiones. Trataré además de complementar algunas reflexiones con comentarios sobre la secularización y la opinión de Monseñor  Henríquez sobre el documento  que sobre la Educación promulgó el Concilio Vaticano II, en lo que toca o se refiere al tema propuesto.

            Como siempre se contrapone o se enfrentan el Estado y la Familia, al menos en esta discusión, quisiera comenzar precisando algunas cosas de estas instituciones y sus orígenes.

1.- Familia.- Necesariamente debemos remontarnos más bien al grupo social primigenio, antes del nacimiento del Estado, cuando el hombre primitivo tenía que satisfacer sus necesidades elementales y primarias. El hombre hace muchas cosas que parecen no merecer la atención de los historiadores y esta etapa general de la especie humana se lo disputan ciencias como la antropología, mientras que su conducta en grupo, que es a lo que quisiéramos referirnos brevemente, lo trata la etnología (o al menos una rama de ella) y que, como dice Mires "comúnmente se designa con el bárbaro y torpe título de sociología".[1] Lo que nosotros queremos es simplemente ver para atrás por un instante y tener una visión aproximada de  la primera semilla de algunas instituciones.

            Pero la parte que nos preocupa, no es tanto el origen de la familia, sino de los comienzos de transmisión de conocimientos,  cosa que necesariamente se tenía que hacer de padres a hijos. En otras palabras: los mayores, es decir, los más ancianos, sin importar el tipo de organización social que tuviera ese grupo humano primitivo, debían capacitar, instruir, enseñar (o como quiera llamársele),  a los más jóvenes del grupo, para que pudieran sobrevivir. Para eso tenían que partir de su propia experiencia en caza, pesca, agricultura o lo que fuera; lo importante era que ese conocimiento que tenían los mayores, producto de la experiencia, pasara a los otros miembros del grupo, principalmente jóvenes. Por supuesto que no importa suponer que no había una racionalidad o teleología sino instinto puro,  pero objetivamente hay que pensar en ese hecho que puede ser considerado como la semilla de la "educación".

            Se supone que en esa etapa no existía todavía un "pacto social" que diera nacimiento al Estado (o algo parecido) como tal y es en lo que me quiero basar para insistir en que primero fue la "educación" en la "familia". Esta educación era, no solamente como se pensaba comúnmente, una educación para lo que podríamos llamar la vida familiar sin más pretensiones, sino que era una educación que cubría además el aspecto político-social inicial, incluído lo religioso; el Estado tomó esas atribuciones y el césaro-papismo medieval las comenzó a sistematizar en la época de Carlomagno quien prácticamente las traspasó a la Iglesia, institución que  las comenzó a administrar formalmente.

            Ya en la historia  y creada la familia,  parecía lógico que los padres tuvieran el dominio de la técnica y la ciencia de la educación, para asumir la responsabilidad total de la educación de sus hijos y realizarla en el hogar. Pero eso no sólo es imposible sino inconveniente por las siguientes razones:

a)      la falta de  cultura de los padres, en todos los aspectos objeto de la enseñanza.
b)      Las exigencias de la vida que cada vez se complicaba más.
c)      Lo inconveniente para el niño y para la sociedad, de una educación meramente familiar. El niño es un ser social y debe aprender a actuar entre y con sus semejantes, por lo que una educación meramente familiar, lo estancaría, deformaría la  conciencia de su propio valer, por lo que no podría valorar el esfuerzo colectivo y organizado.
d)     Sería perjudicial para la sociedad, ya que los individuos así educados (sólo por la familia), podrían resultar inadaptados al medio social, no comprenderían el medio en el que actúan, opondrían resistencia a someterse al servicio de la comunidad, etc.

En consecuencia la familia entrega al Estado la responsabilidad de compartir la responsabilidad de la educación de los individuos para satisfacer las necesidades de asegurarle un perfecto desarrollo, su adaptación al medio social y suplir o corregir la acción familiar.

2.- Escuela - Estado Nación -Gobierno

Cuando hablamos de Estado Docente es necesario, como ya dijimos, puntualizar los conceptos. En Venezuela existe una contradicción entre Estado visto como aparato político y Nación, entendida como sociedad. Los conceptos anteriores además se confunden a menudo  con el de Gobierno siendo este último el ejecutor momentáneo de la política del Estado en la Sociedad. Nuestro Estado es empresario: tiene la dirección de las más importantes organizaciones económicas del país y la prestación de los servicios públicos, pero no cumple su cometido en ninguno de los dos campos. El Estado pierde en todas sus empresas, inclusive en la del petróleo, que es la encargada de absorber todas esas pérdidas; los servicios públicos no pueden ser peores; y si añadimos la inseguridad en la que vivimos, sin gobierno que valga, con una justicia condicionada, sometida al Poder Ejecutivo, lenta y engorrosa y con un hampa desbordada y todopoderosa, el cuadro no puede ser mas desesperanzador. La contradicción que siempre ha habido, y también hoy se pone de manifiesto, entre Estado y Nación, se debe a que existen dos Venezuelas: una marginada, sin leyes ni autoridad que la amparen, y con un idioma distinto del constitucional (art.9), lo cual hace imposible una comunicación efectiva; y la otra vocinglera, con constitución,  lengua, leyes e instituciones (Asamblea Nacional, Asambleas Legislativas, Tribunales, Poder “Moral”,  Concejos Municipales, etc.) desvergonzadamente sometidas; esta otra Venezuela funge como aparato político del Estado, pero, como ya dijimos, "gobernada" por el Gobierno.

En el lío educativo actual vemos cómo el Gobierno invierte los papeles y en vez de ayudar a la labor educativa, partiendo del principio de que fue la familia quien le traspasó la tarea de educar, quiere ahora monopolizar la acción educativa desconociendo a quien le traspasó la tarea. Y no queremos decir con esto que el Estado y la Nación (no el Gobierno) conduzcan de una manera complaciente o  sin autoridad plena el proceso escolar. No. En el pacto social se le entregó al Estado la responsabilidad educativa , que puede y debe ejercer en forma absoluta, pero siempre tomando en cuenta, y por lo mismo respetando, los principios y derechos  de los mandantes y, en caso de duda, nuevas situaciones o cualquier caso no previsto, consultar a la sociedad originaria de ese poder : la familia.

Como lo anterior puede parecer un poco fuerte, para no decir inadmisible, para los partidarios de ese concepto malentendido de Estado Docente, quisiera hacer unas consideraciones históricas, tomando los dos ejemplos que deben ser inobjetables  para los partidarios de ese  "Estado Docente".

3.- Estado Docente. Antes quisiera presentar brevemente el proceso de llegada al Estado Docente en los últimos siglos. La escuela que hoy conocemos nació, ya lo dijimos, como institución eclesiástica. El mandato evangélico de "enseñar" fue lo que motivó a la Iglesia para la creación de Escuelas de todo género. Y la historia cultural de la Iglesia  es prueba del cumplimiento de aquel mandato. Ella ha sido la que salvó en muchas ocasiones el patrimonio civilizador de las barbaries que asolaron el Occidente y se convirtió en colaboradora para la civilización de los pueblos colonizados. Que se hayan cometido errores e injusticias, que sí los hubo y muchos, no viene ahora al caso porque lo que se está afirmando es que la escuela, como hoy la conocemos, tuvo un origen cristiano.

4.-   Conceptualización de Estado Docente.

4.1- Revolución Francesa.

Ya expusimos que a medida que las ciudades se van formando y la vida pública se organiza y complica, nacen instituciones que terminan convirtiéndose en las complejas estructuras de los estados modernos. En estos Estados la educación adquiere las características de servicio público para el interés común. Las exigencias de la educación alcanzan tal envergadura que si el Estado no toma a su cargo sufragar los gastos y todo lo relativo a la organización y personal, no se hubiera podido adecuar la educación a las nuevas circunstancias.

De esa manera perdió la Iglesia el control que tenía sobre las escuelas e instituciones escolares, es decir la escuela se laicizó (en el sentido de que ahora la mayor parte de la carga educativa la imparte el Estado), aunque antes de que se hablara de "escuela laica" se habló de "Instrucción Pública" y "Educación Nacional". Parece que quien utilizó primero esos términos fue Talleyrand[2] en su Informe a la Asamblea Constituyente francesa (10-14 de septiembre de 1791). Condorcet escribe su relación sobre la "Pública Instrucción" (21 de mayo de 1792) y  en ese informe destacan dos puntos: a) el primero es el de declarar que es deber de justicia capacitar al individuo para las tareas políticas a las que todos, en principio, tienen el derecho de ser llamados; b) y el segundo coincidía con la defensa de la enseñanza privada. De hecho el tit. I,8 de la primera Constituyente (francesa) decía: "il será crée et organisée une instruction publique comune à tous les citoyens"; y la Constitución del año III,tit.X art.300: « les citoyens ont le droit de former des établisements particuliers d`éducation et d´instruction ». Y el 10 de mayo de  1806 es creada la Universidad Imperial y el emperador la encomienda a los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Hnos. de La Salle).

4.2.- Napoleón. Durante su Consulado, la ley del 11 floreal, año X, encomienda a los Consejos Municipales la vigilancia de las escuelas primarias y entra de nuevo a las escuelas la instrucción religiosa. Napoleón hace presente a la Iglesia en los centros docentes con medidas como la de un capellán en los liceos del Estado, aunque hay que  señalar que secretamente el estatuto escolar es regido por el postulado de "la escuela para el Estado" .Por supuesto que estamos claros en que, como todo Estado, Napoleón quería una educación a su servicio [3], pero lo que queremos resaltar es que tanto él como los que se han citado, estaban conscientes de que el Estado estaba ejerciendo una facultad que le había sido otorgada por la familia.

            Mucho después, el 28 de marzo de 1882, se reemplaza  en la enseñanza religiosa la materia "moral y religiosa", por la que se llama "Moral y Cívica"[4]y se elimina la instrucción religiosa en las escuelas.

Repetimos pues que eso de que la responsabilidad educativa debe ser ejercida por el Estado en forma absoluta se puede prestar a manipulaciones por desconocimiento conceptual. La cuestión escolar es una disputa de siglos, en que todos quieren monopolizar las aulas con la propia definición que ellos dan. Pero hay un punto que está claro desde el Concilio Vaticano II y que los defensores del Estado Docente ignoran: la Iglesia se ha excluído motu propio de  la pretensión del  confesionalismo religioso. La Iglesia se ha dicho a sí misma que la escuela es de todos y con eso abrió una enorme puerta a la reflexión teológica. La laicidad escolar que preconiza el Estado Docente tiene paradójicamente, posibilidades religiosas confesionales aunque sus defensores no lo saben. La laicidad en la  Constitución de Francia, por ejemplo, jurídicamente se interpreta más como libertad religiosa que como laicismo, en el sentido de esa palabra en el siglo XIX.

Y mencionamos la constitución de Francia, porque fue en Francia donde comenzó primero (como ya dijimos,  con la Revolución Francesa  y luego con sus corolarios republicanos), lo que podríamos llamar la derrota  de la Iglesia de querer  imponer monolíticamente su dominio en la escuela como lo había hecho en la Edad Media. Pero lo relativo a lo religioso según la Constitución y la Ley de Educación vigentes en Venezuela  están basados en la libertad religiosa y no en el ataque a alguna religión;  de modo que la Iglesia puede perfectamente desenvolverse en ese ámbito y conservar privilegios que antes tenía y que la ley le debe seguir concediendo ahora, aunque no en forma exclusiva como antes.

4.3.- Secularización.

Así pues vemos cómo se resquebrajó y comenzó a venirse abajo el sistema educativo que durante siglos tenía los rasgos mismos de una sociedad donde las realidades que hoy llamamos civiles  o profanas se compenetraban con las actividades sagradas o religiosas de la Iglesia Católica. El Estado y la Iglesia estaban recíprocamente dependientes  uno de otro; la Iglesia se metía  más o menos directamente en las cosas políticas  y los poderes civiles intervenían muchas veces en los asuntos religiosos.

La escuela y la Universidad  eran a la imagen y  al servicio de aquel sistema. La Iglesia veía en la institución educativa el medio privilegiado para trasmitir una "cultura cristiana" y una "educación católica". La Iglesia sometía, regulaba  y abarcaba todos los ramos del saber y todos los aspectos de la cultura sin que la ciencia y la cultura tuvieran autonomía. La meta de la escuela era ante todo enseñar el catecismo, adiestrar a las prácticas religiosas y a las oraciones, fomentar los hábitos  morales. Por su lado los poderes civiles contaban con la educación proporcionada por la iglesia para asegurar la base inmutable del orden social establecido y la permanencia del "buen espíritu" cívico. La religión católica aseguraba la estabilidad, la cohesión nacional: la Iglesia era guardián de la ciudad temporal.

Esto, por supuesto, no podía mantenerse indefinidamente; tenía que venir el día (como lo vimos con la Revolución Francesa  y Napoleón), en el que las instituciones y actividades temporales quisieran recobrar su finalidad inmediata y específica como consecuencia  natural del pacto social: empezarían, en consecuencia, tensiones, conflictos, rupturas. En esta evolución radica el fenómeno de la secularización escolar.

4.3.1 Secularización entre nosotros.

La secularización en  nuestros países se realizó de manera  conflictiva y violenta ; no nos vamos a referir a la secularización en general , ya que por la identificación Estado - Iglesia en la época colonial, era lógico que la ruptura producida por la Independencia, casi provocara la ruptura  de Iglesia y Estado en la época inmediata posterior ;  ruptura que sí  tuvo momentos muy difíciles  con Guzmán Blanco, el primer gobierno de Rómulo Betancourt (Presidente de la Junta Revolucionaria en la llamada Revolución de Octubre 1945-47), Pérez Jiménez (Mayo de 1957), Caldera (caso Wuitack),etc.Aquí nos referiremos principalmente a la secularización educativa.

La corriente que en la segunda mitad del siglo XIX actuaba en pro del desarrollo científico, de la autoridad de la razón, de la libertad de conciencia, de las libertades públicas, de los derechos del hombre, etc., promovía estas cosas, muchas veces de manera desviada y vinculada con sistemas ambiguos del racionalismo, liberalismo y positivismo. Sistemas que a nuestro juicio, absolutizan y desvían los valores que pretenden promover. Aterrorizada por los peligros y errores de estos sistemas y desviaciones, la Iglesia, además de su conservadurismo y de su resistencia espontánea al cambio, oponía su deber de denunciar los errores filosóficos y peligros sociales. Es así como  dentro de un clima polémico y de un conflicto ideológico se realizó el paso de la escuela pública confesional, herencia de la colonización española, a la escuela pública secularizada, en Venezuela y en países como México, Ecuador, Uruguay, entre otros, por supuesto con los matices particulares de cada país.

De modo que la escuela laica nació con esa especie de pecado original, razón por la cual ha sido manzana de discordia entre liberales y católicos. Por supuesto que debemos reconocer que libertad y otros valores fueron perdiendo su sabor anticatólico, además de que muchos católicos fueron reconociendo poco a poco el valor de estas aspiraciones, purgadas de su veneno ideológico y promovidas en un sentido más auténtico y, por ende, más cercanas a las enseñanzas del Evangelio. En algunos países, como México y Francia, muchos católicos (y hasta miembros de la Jerarquía), manifestaron comprensión y hasta simpatía tratando de entender y de apreciar una institución pública  secularizada o laicizada compatible con una fe cristiana dinámica y actualizada; es decir una escuela laica, sanada de todo laicismo ideológico y combativo y reconocida como un aspecto del fenómeno histórico de la secularización general.

Esa actitud positiva de los católicos ayudaba además a la institución escolar a liberarse de las últimas huellas de posiciones anticlericales, pero insistir en eso en cierto sentido es salir del tema del Estado Docente. Por eso, a quien le pueda interesar un desarrollo más amplio de estas consideraciones , lo remitimos al excelente trabajo de Michel Duclercq, titulado “Secularización de la Escuela Oficial y oportunidades de renovación cristiana”, publicado en la RevistaEquipos Docentes de América Latina”, No. 13, Tomo 2 (enero-marzo de 1971),  pp. 2-12, Bogotá , Colombia.

5.- Iglesia y Educación. Mons. Luis Eduardo Henríquez, Padre Conciliar del Concilio Vaticano II, intervino el 18 de noviembre de 1964 en una de las sesiones del Concilio Vaticano II, posteriormente fue nombrado por el Papa Miembro de la Congregación Romana de Educación y Seminarios, presidió la Comisión de Educación y Seminarios del CELAM y la de Justicia y Paz de Venezuela; por su autoridad y representatividad nos parecen convenientes sus reflexiones acerca de la Declaración Conciliar  sobre Educación Cristiana. Dijo en esa oportunidad Mons. Henríquez, entre otras cosas, que todos estamos de acuerdo en el derecho de la Iglesia a educar, de impartir una educación aún la meramente humana. Sin embargo, añadía, es bueno reflexionar más profundamente sobre ese derecho. Según él, a veces se confunden y mezclan dos cosas muy distintas como son la educación para la fe y la vida cristiana con la educación meramente humana.

El deber y el derecho de la Iglesia de educar en la fe es algo inalienable, es su razón de existir. Pero el derecho a impartir instrucción profana, "a fundar escuelas de cualquier disciplina, no sólo elementales, sino también medias y superiores" no está en el mismo plano sino que es un derecho derivado y condicionado en cuanto sea necesario para la educación de la fe. Puede ser además un deber y por tanto un derecho subsidiario, supletorio a la importancia de los padres o de la sociedad civil en tiempos y lugares concretos. Cosa que la Iglesia ha hecho a lo largo de la historia como ya lo hemos dicho. Pero si en el mundo moderno esa tarea se reduce cada vez más por un cambio profundo en  las estructuras, es preciso reflexionar si no está ante uno de aquellos derechos, "legítimamente adquiridos, a cuyo ejercicio la Iglesia renunciará de buen grado, si consta que su uso puede empañar la pureza de su testimonio, o si nuevas circunstancias exigen otras disposiciones".(.Gaudium et Spes, n.76).

Implícitamente, dice Mons. Henríquez, "nuestra Declaración (acerca de la Educación), admite la subsidariedad de ese derecho, cuando afirma como argumento para el mismo "que la Iglesia debe ser reconocida como sociedad humana capaz de educar".

En el derecho de los padres a educar, continúa Mons. Henríquez, se mezclan y confunden dos cosas distintas: el quehacer  educativo de los padres y la función escolar. Función, que para Mons. Henríquez se debe en gran parte a una visión excesivamente intelectualista de la educación, como también demasiado centralizada en la Escuela. El derecho de los padres a educar a sus hijos es un derecho inalienable; pero el de instruirlos, darles una preparación cultural, técnica, moral y social, instrucción que ellos mismos no pueden dar en la sociedad moderna, no tiene la misma inalienabilidad y consistencia; puede y debe ser suplida por otras sociedades. Ademàs el deber de los padres de educar a sus hijos no se agota en las siete horas diarias de la escuela y en la instrucción que allí reciben. ¿No tienen también un deber respecto a las diversiones, asociaciones, medios audiovisuales... (la otra escuela de Arturo Uslar Pietri) que tanto forman y deforman al hombre actual ?

¿La escuela pública es siempre un peligro para la fe? Monseñor anota en su exposición que en varias naciones de América Latina, después de las escuelas parroquiales, las escuelas públicas son las que dan un mayor porcentaje de vocaciones sacerdotales; en cambio los grandes colegios católicos son prácticamente un desierto en vocaciones eclesiásticas.

6.- La Sociedad Civil . En la Declaración que sirve de tema a las reflexiones de Mons. Henríquez, se le reconocen a la Sociedad Civil , en materia educacional, "ciertos deberes y derechos, en cuanto a ella pertenece disponer todo lo que se requiere para el bien común temporal" ; por lo cual debe tutelar los derechos de los padres y de los demás que intervienen en la educación y colaborar con ellos, procurando "distribuir las ayudas públicas, según su propia conciencia, escuelas para sus hijos" ; "completar el esfuerzo de los padres y de otras sociedades, atendiendo a los deseos de éstos" hacer accesible a todos los ciudadanos una conveniente participación en la cultura para el cumplimiento de sus deberes cívicos; "crear escuelas e institutos propios, cuando lo exija el bien común" ¿cuál era esa Sociedad Civil en  1967? . Dice el Obispo que "pareciera que la Iglesia temiera enfrentarse con los derechos a la educación, fundados en las exigencias del bien común, que competen a la sociedad política. "... si el hombre es un ser social por su propia naturaleza, y sólo en sociedad puede alcanzar un desarrollo armónico y pleno de su personalidad, ¿no competen a la sociedad civil derechos propios en el campo educacional, distintos y fundados en diversos títulos a los de la familia, incapaz de darle al hombre todas las ventajas sociales a las que tiene derecho?

La educación, continúa Mons. Henríquez, es necesaria para la formación de una conciencia  y unidad nacional, y éstas, ¿no pertenecen al bien común? ¿No son tareas propias de la sociedad civil? Todo monopolio por parte del Estado (escolar, económico, social...) debe ser rechazado; pero toda tarea por parte del mismo en estos campos, ¿se debe rechazar como ingerencia ilegítima? ¿No es este el campo para una seria reflexión, una búsqueda de equilibrio entre la actual socialización y la personalización del Hombre? ¿Debemos acantonar las tareas de la comunidad política , en el campo educacional, en los quehaceres de simple ayo o de gendarme necesario y bonachón?  

            La educación es un problema de todos y todos debemos contribuir a dar lo mejor de nosotros mismos para mejorarla. Es al Gobierno a quien corresponde la iniciativa de este diálogo nacional y es él el que debe dar el ejemplo de un diálogo abierto. Pues no hay educación pública por un lado y privada por otro, porque toda educación es pública (y por eso debe estar supervisada por el Estado, pero tomando en cuenta que la responsabilidad última de la educación le corresponde a la Sociedad) y debe servir para formar ciudadanos honrados y productivos, preocupados por los demás.

La educación descansa en la sociedad educadora y  en el Estado en el sentido de que el Estado es la forma que la Sociedad se procura para alcanzar ese supremo fin. El Estado pues, es el rector de la educación nacional y el garante  de que se imparta de acuerdo con la ley y de que esa educación sea de alta calidad. Pero el Estado debe tomar en cuenta los derechos que tienen los particulares, i.e.  la familia, para opinar sobre una materia tan importante y de la que fue "creadora" e "inventora" ya que antes de la creación del Estado como tal, ya existía "educación" en esa primitiva "familia".

Estas cosas son, a mi juicio, las que nos dan el verdadero concepto de Estado Docente, y no esa concepción de Estado Docente  autoritario, autocrático y omnipotente, que quiere convertirse, no ya en el Gran Educador  sino en el Gran Inducador. Y que además quiere hacerlo todo sin tomar en cuenta a nadie, cuando lo que se pide no sólo es poco, sino que es lo democrático “en una sociedad de mayoría cristiana en la que hay que apoyar a los padres que voluntariamente solicitan que en la escuela de sus hijos haya posibilidad de formación religiosa.”



[1] J.L.Mires : El amanecer de la Historia. Breviarios del F.C.E. Nº 35 pág. 7.
[2] Citado por Joaquín García Carrasco , en : La Política Docente, Estudio a la luz del Vaticano II. BAC, Madrid,
   MCMLXIX,  pág. 9.
[3] El catecismo imperial de 1806, compuesto entre otros, por el Cardenal Caprara, decía en su 7ª. Lección: los cristianos deben a los príncipes que los gobiernan, y nosotros debemos en particular a Napoleón I, nuestro emperador, la obediencia..." Evidentemente para Napoleón la enseñanza, incluso la religiosa, era instrumento de gobierno y policía.
[4]Que copiada de Francia, estuvo en el pensum de la escuela venezolana hasta mediados del siglo pasado,  con ese
  mismo nombre  de "Moral y Cívica".

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